sábado, 19 de mayo de 2012

Manifiesto de una magdalena


Me dirijo a ustedes, incansables comedores de bollería para poner sobre la mesa una situación dramática:
Las magdalenas sufrimos discriminación.
Es posible que algunos crean que es mejor para nosotras no ser las elegidas, pero se equivocan. Nuestra misión en la vida es ser quien acompañe la leche de los pequeños, quien se moje en el café de los mayores, la merienda al salir del cole. Si eso no pasa, si nadie nos elige, si esperamos en los mostradores y bolsas del supermercado hasta que nuestra salud se consume, sufrimos.
De alguna manera, no sabemos cómo ni porqué hemos perdido nuestra capacidad de haceros la boca agua, ¿en qué hemos fallado? Puede que esto sea una de las respuestas:



El cupcake, nuestro primo pijo. Esa magdalena que no sale a la venta sin ponerse un envoltorio bonito y un tupé de crema a conjunto. Una clara muestra de la superficialidad y de preocuparse más por el aspecto que por las alegrías y el sabor de lo casero. ¡¿Cómo pueden ser tan artificiales?! Y aún así las escogéis antes que a nosotras. 


Sabemos que nunca seremos azules ni seremos tan divertidas. Nadie ve una magdalena y dice: ¡mira que mona! Cuando éramos las elegidas a nadie le daba pena pegarnos un bocado, ¡y nos alegrábamos de ello! Desde que salimos del horno nuestro único objetivo en la vida es endulzaros desayunos y meriendas. Podemos ser redonditas, cuadradas, de panaderia o ¡hasta en el super! ¡Hemos sacrificado nuestra individualidad y exclusividad por vosotros! Ahora venimos en bolsones 30 de nosotras, cada una en su bolsita, a módicos precios. 


¿De verdad no os dan ganas de ser vuestra elección? Todas iguales y a la vez diferentes, y cuando llevamos el azúcar encima... siempre empezáis por ahí. Mordéis la cabezota, quitáis el envoltorio y posiblemente nos partís a trozitos y nos echáis en la leche, o nos dividís en dos y nos mojáis. 


Mirad que buen aspecto... Hemos hecho todo por vosotros: grandes y pequeñas, con azúcar y sin, de vainilla o de huevo, redondas, cuadradas... Y aún así, los preferís a ellos, a los pijos superficiales de los cupcakes, que podrán tener buen sabor, y son de colores, de toooodos los colores... Las magdalenas nacimos para ser apetitosas no coloridas.


Con esto espero que repiensen su decisión antes de entrar en esas tiendas tan caras y decir: quiero un cupcake. Porque lo que suena inglés suena muy cool, son ricas, pero ¡solo os comeréis una! Son muy caras y estamos en crisis, no saciaran vuestro apetito. Sin embargo, si vais a una panadería o un supermercado, una bolsa o bolsita, y varias de nosotras seremos felices de saciar vuestra hambre sin agujerearos el bolsillo. Pensadlo la próxima vez que queráis merienda. De los muffins, ni quiero hablar. Malditas magdalenas hormonadas, ese tamaño no es normal, con razón les salen hasta tropezones...


1 comentario:

  1. Yo, como un cupcake modernillo, tendré que darte la respuesta oficial de nuestro colectivo en contra las magdalenas...al fin y al cabo para nosotros la apariencia es lo que importa ;) jejeje

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